En la actualidad, la diversidad lingüística costarricense está conformada por siete lenguas indoamericanas con muy diversos estados de vitalidad según el poblado (Sánchez 2009, 2013, 2014):
-El bribri, hablado en el cantón de Talamanca, provincia de Limón, y en el cantón de Buenos Aires, provincia de Puntarenas.
-El buglere (denominado en publicaciones académicas también como bocotá o guaymí sabanero), hablado en el sur del país, en la provincia de Puntarenas.
-El brunca (brúnkajk o boruca), hablado en el cantón de Buenos Aires, provincia de Puntarenas.
-El cabécar, hablado en el cantón de Talamanca, provincia de Limón, y en el cantón de Buenos Aires, provincia de Puntarenas.
-El malecu (maleku o guatuso), hablado en el cantón de Guatuso, provincia de Alajuela.
-El novere (denominado de muchas otras formas en las publicaciones académicas: nove, movere, ngäbe, ngöbe o guaymí), hablado en el sur, en la provincia de Puntarenas.
-El naso de Brorán (naso costarricense, idioma de Brorán o más comúnmente denominado en la literatura académica como térraba), hablado en el cantón de Buenos Aires, provincia de Puntarenas.
A estos idiomas habría que agregar el huetar y el chorotega, dos idiomas de los que apenas se cuenta con el registro de algunos topónimos, hidrónimos, zoónimos y fitónimos, pues están extintos desde el siglo XVIII o inicios del XIX (Constenla 1984, Quesada 1996a, Quirós 2002). Si bien las corrientes migratorias desde Nicaragua también han traído consigo el asentamiento en Costa Rica de grupos de misquitos, sumos y ramas (Constenla 1988, Tenorio 1988), se desconoce su número exacto y cuál es la vitalidad de sus lenguas. En el territorio costarricense también se han hablado otras lenguas, pero la información al respecto es exigua. Por ejemplo, pese a que se tiene noticia de la existencia de otros pueblos indoamericanos en el territorio de la actual Costa Rica antes de la conquista española y durante los primeros años de la Colonia (quepos, votos, ramas, corobicíes, suerres, nahoas, catapas, tices, coctus, durucacas, náhuatl, nicaraos, quequexques, zapotes, etc.), de ellos no han sobrevivido hasta nuestros días más que referencias sucintas en las fuentes documentales (Constenla 1988, Quesada 1996a, Quesada 2006). De todas estas posibles lenguas quedaron algunos antropónimos del quepo en manuscritos de los siglos XVI y XVII. A partir de tales datos y basándose en la documentación colonial, Quesada (1996b) plantea la posibilidad de una relación genética entre el quepo y el brunca, pero también considera que hay indicios fuertes para creer que se trataba de una lengua diferente tanto del brunca como del huetar. También se cuenta con algunas palabras del idioma de los zapotes, a partir de las cuales Constenla (1975) determina que se trataba de indígenas ramas. Del mismo modo, Constenla (1994) considera muy probable que los corobicíes hayan sido ramas.
A las lenguas amerindias mencionadas se suma un criollo de base inglesa (denominado de diversas maneras, tanto por los propios miembros de la comunidad como por los académicos: inglés criollo, criollo limonense, patuá (<patois), mekatelyu o mekaytelyuw, Limon tak, Limon kryol, inglés), hablado sobre todo en la costa atlántica del país por los descendientes de personas procedentes en su mayoría de Jamaica durante la segunda mitad del siglo XIX (Herzfeld 2002), y la lengua de señas costarricense (LESCO), con hablantes en todo el territorio, pero con una concentración evidente en la Gran Área Metropolitana y con dos variedades aparentemente muy diferenciadas: la “nueva” y la “original” o “antigua” (Woodward 1992, Retana 2011).
Asimismo, se sabe del asentamiento en el territorio costarricense de alemanes, ingleses, franceses, italianos, estadounidenses, haitianos, libaneses, judíos y chinos. En el caso de estos tres últimos grupos, parece ser que la tendencia general ha sido el abandono bastante temprano de sus idiomas vernáculos, en especial en lo que respecta al árabe y al yiddish (Bozzoli 1995-1996). No obstante, con excepción de los italianos de la región de San Vito, no se ha estudiado su situación sociolingüística actual. Los censos poblacionales no proporcionan información acerca de las prácticas lingüísticas y la vitalidad de las lenguas habladas en Costa Rica, exceptuando el caso de los idiomas indígenas (Sánchez 2009).
El español es la de lengua nacional del país, de la administración política y jurídica, de las transacciones comerciales (sin olvidar la pujanza del inglés como lengua internacional), de los medios de comunicación masiva, de la educación formal y de todos los ámbitos de la vida pública. La Constitución Política de la República de Costa Rica, en el título VII, artículo 76, modificado por la ley 7878 de 1999, indica que el Estado ha de velar por el mantenimiento y promoción de las lenguas indígenas nacionales. Según el Decreto Ejecutivo N°18967 de 1989, el estatus de las lenguas indígenas es de idiomas locales y estos se consideran parte del patrimonio cultural de la nación.
Todo apunta a que la razón principal para la mayor o menor vitalidad de los idiomas indocostarricenses y del criollo limonense hasta el presente se debe al relativo aislamiento de las comunidades de hablantes con respecto a los núcleos de asentamiento de los hispanocostarricenses y de los centros de poder estatales. De hecho, si se observa el mapa de Costa Rica y se analiza la historia del país, con la distribución actual de los grupos indígenas que mantienen en alguna medida su lengua ancestral, se puede constatar con facilidad que se trata de regiones alejadas de los centros urbanos hispánicos y que, hasta la segunda mitad del siglo XX, eran de difícil acceso. Empero, más recientemente, todos los distintos grupos indoamericanos en Costa Rica han visto reducirse paulatinamente sus territorios y su autonomía (Sánchez 2009).
En relación con el criollo limonense, la escasa interacción con la mayoría hispanohablante del país y el aislamiento en que cayeron los afrodescendientes alrededor de 1934 explica también su mantenimiento, aunque este hecho ha cambiado de forma abrupta en las últimas décadas (Putnam 2004).
En la actualidad, según se desprende de lo reportado en diversos estudios cualitativos y cuantitativos (Margery 1993; Quesada Pacheco 2008; Sánchez 2009, 2013, 2014), se puede afirmar que cuatro de las lenguas indígenas habladas en el territorio costarricense están atravesando por un proceso de desplazamiento gradual ininterrumpido: el malecu, el bribri, el cabécar y el criollo limonense. Si bien se trata de la lengua amerindia con mayor vitalidad en Costa Rica y con el mayor número de hablantes en Panamá, todo apunta a que el novere también está experimentando un proceso de sustitución en Costa Rica (Sánchez 2009). Asimismo, el buglere es catalogado como en serio peligro de extinción por Quesada (2008) en lo que respecta a los asentamientos costarricenses.
Todas estas lenguas –algunas de las cuales solo se hablan en Costa Rica (tal es el caso del malecu y el cabécar)– parecen estar encaminándose al mismo estado de acusado desplazamiento que caracteriza al brunca y al naso costarricense, los dos idiomas que en época reciente han alcanzado los grados máximos de declinación (Quesada Pacheco 2008, Sánchez 2009). Se cuenta con datos estadísticos de la cantidad de hablantes por autorreconocimiento en dos censos realizados por el Ministerio de Educación Pública y en los últimos censos nacionales de población, lo que permite observar el decrecimiento sostenido de la vitalidad, en un lapso de 24 años, del bribri, el malecu y el novere; mientras que el cabécar, el brunca y el naso (térraba) más bien muestran una tendencia al aumento. Sin embargo, en la autodeclaración de ser hablante sin duda median factores actitudinales e identitarios que explicarían este supuesto incremento (Sánchez 2009).
En este panorama, también habría que considerar el precario estado de la variedad “más autóctona” de la lengua de señas costarricense, la cual desde hace varias décadas ha venido siendo reemplazada de forma progresiva por una nueva variedad con fuerte influjo de la lengua de señas estadounidense, de modo que aparentemente solo es hablada en el presente por algunas personas mayores. Hasta la fecha, esta variedad de LESCO no ha sido ni descrita y apenas si ha comenzado a ser documentada (Woodward 1991, Retana 2011).
De acuerdo con los parámetros de la UNESCO y con los insumos de los últimos censos poblacionales y otros estudios sociolingüísticos, particularmente en lo que respecta al criterio de transmisión intergeneracional, se puede decir que el novere, el malecu, el bribri y el cabécar se encuentran en una situación insegura o en peligro definitivo, dependiendo de la región; la variedad original de LESCO podría clasificarse como en severo peligro o en peligro crítico, y, por último, el naso (térraba) y el brunca deberían clasificarse como lenguas en enorme peligro o muy desplazadas, mientras que el buglere estaría en peligro severo (Sánchez 2013). No obstante, estas catalogaciones globales no revelan la disímil situación de vitalidad de cada una de estas lenguas en los distintos poblados y familias.
En lo que respecta a las iniciativas de retención, revitalización, visibilización y revalorización de toda esta diversidad lingüística, cabe mencionar que existe un programa especial en el sistema educativo formal en los territorios indígenas, consistente en incluir dos asignaturas (una de lengua autóctona, con tres lecciones semanales, y otra de cultura, con dos lecciones por semana) en el nivel de primaria, si bien las demás asignaturas se imparten predominantemente en español. En términos generales, la implementación eficaz de estas clases de lengua y cultura autóctonas sigue enfrentándose con serios obstáculos, tales como la carencia de materiales didácticos adecuados y la nula o escasa formación pedagógica de los maestros encargados (Rojas 1997-1998, 2202; Vásquez 2008).
Periódicamente surgen iniciativas endocomunitarias con el objetivo de revitalizar sus lenguas o de emplearlas en nuevos dominios. Por lo común, se trata de clases impartidas fuera del contexto escolar por un hablante mayor o la creación de música no tradicional por parte de grupos de jóvenes. La duración estas ideas suele ser muy variable, pero por lo general parece que no suelen tener continuidad.
De parte de las instancias universitarias, la labor ha estado centrada en la descripción y documentación de los idiomas, con algunos intentos de creación de materiales o impartición de talleres. Desde el año 2013 funciona en la Universidad de Costa Rica el proyecto “Diversidad lingüística de Costa Rica” y desde el 2016 el proyecto «Lenguas y tradiciones orales de Costa Rica», en los cuales se documentan los idiomas y las prácticas culturales vinculadas a estos, se crean materiales didácticos con insumos de varias disciplinas (lingüística descriptiva y documental, didáctica de la lengua, diseño gráfico, informática, música, etc.) y se desarrollan actividades lúdicas (por ejemplo, talleres de marionetas y juegos físicos) en los que se emplean los idiomas e historias de la tradición oral.
Asimismo, empieza a notarse un mayor empoderamiento de parte de miembros de las comunidades, quienes han iniciado luchas por la recuperación de sus territorios y demandan con mayor fuerza que se pongan en marcha mecanismos adecuados de consulta cuando se trate de proyectos gubernamentales que los afecten directamente. De parte de las instancias estatales y otras organizaciones e instituciones, también se aprecia un mayor interés por recuperar, promover o visibilizar la diversidad linguo-cultural del país. Por el momento, no resulta posible prever cuál será el impacto de estas acciones en la vitalidad de las lenguas.
Bibliografía citada
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Otros documentos sobre las lenguas de Costa Rica en general y sobre su estado de vitalidad:
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Thiel, Bernardo Augusto. 1882. Apuntes lexicográficos de las lenguas y dialectos de los indios de Costa Rica. San José: Imprenta Nacional.
Sitios con información de los diferentes pueblos y lenguas que cohabitan en el actual territorio de Costa Rica:
Atlas digital de los pueblos indígenas:
Sitio con estadísticas y mapas relativos a las poblaciones indígenas de Costa Rica.
Sitio con información sobre los sitios arqueológicos en el valle del Diquís, donde se encuentran las famosas esferas de piedra.